Welcome to the jungle

LA ERA MILEI

Welcome to the jungle

Las diez medidas anunciadas por el ministro de Economía Luis Caputo son el preludio de una realidad muy sombría para las mayorías empobrecidas y para la agonizante clase media, mayoritariamente dispuesta a asumir lo que viene. Al menos, por ahora. El inicio de una nueva era trazada por el sálvese quien pueda. Bienvenidos a la jungla

Texto: Luciano Peralta

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Ilustración: Diego Abu Arab

Largos 23 días separaron al balotaje presidencial de las medidas anunciadas por Luis Caputo, el ministro de Economía de la Nación. Tras una campaña eterna, en la que el ahora presidente Javier Milei dijo y se desdijo, fue y vino en su discurso todas las veces que la situación se lo demandó, la incertidumbre por las mediadas económicas se volvía insoportable.

Bueno, la certidumbre llegó: el ajuste no lo pagará la casta, lo pagará la gran mayoría empobrecida del pueblo argentino. No importa que el libertario haya hecho campaña diciendo otra cosa, ya no importa. Las últimas dos gestiones, compartidas por los dos espacios tradicionales de la política criolla (peronismo-antiperonismo y sus muchas versiones) destrozaron la idea de contrato electoral. Sin ahondar en los detalles que ya conocemos largamente, ambos presidentes prometieron reducir la pobreza y ordenar la economía: ambos dejaron al país con mayor pobreza y mayor deuda (explique como se explique). Por eso, ni uno ni otro logró repetir mandato.

Como escribió Martín Rodríguez, con la lucidez que lo caracteriza, “Milei conectó con algo profundo y oscuro. Jugamos a la grieta mientras el león no estaba. Vendrán muchos a hablar de ultra derecha internacional, pero Milei se paró sobre la fractura de la sociedad, seguramente para terminar de abrirla, de romperla, de destrozarla”.

El León ahora está y la grieta que se hizo fractura expuesta lejos de ser entre los argentinos de bien y el resto, los agentes del mal, será entre los grupos cada vez más concentrados del poder económico que hacen negocios en moneda extranjera (mercado financiero, agroexportadores, minería, etc.) y las enormes y largamente mayoritarias capaz de asalariados pobres, que cobran en pesos, que pagarán las tarifas de servicios básicos a precio dólar y que dedicarán (como lo hacen hace tiempo) la mitad o más de sus ingresos al pago de un alquiler. Las PyMES que viven del mercado interno no correrán mejor suerte, y las que exportan tendrán, como anunció Caputo, más impuestos. La transferencia de recursos será tremenda.

“Así como la ambición es el motor de la delincuencia de los ricos, la pobreza lo es entre los pobres: a mayor pobreza, mayores índices delictivos y mayor conflictividad social. El combo es explosivo, no hay novedad en eso”

La devaluación del 100% del peso y la anunciada inflación mensual de entre el 20 y el 40% dejará demasiados muertos, retórica y literalmente. Y no es que la gente se vaya a morir de hambre porque se duplicó el precio de la polenta y el arroz, la precarización de la vida trae consigo la mala alimentación, mate y galleta, más enfermedades, menos dinero para comprar remedios, más hacinamiento familiar y, consecuentemente, más conflicto. Así como la ambición es el motor de la delincuencia de los ricos, la pobreza lo es entre los pobres: a mayor pobreza, mayores índices delictivos y mayor conflictividad social. El combo es explosivo, no hay novedad en eso.

Se trata del “último esfuerzo”, según dijo el presidente en su primer discurso como tal, en el que expuso la grave situación actual. El problema es que, sin ningún tipo de compensación en los salarios y las jubilaciones, sin medidas que atenúen el impacto de semejantes escenario, muchos no tendrán otra oportunidad.

SANGRAR, SUDAR, LLORAR

Es la ley de la selva, en la que el León tiene la superioridad moral de quien se impone por esfuerzo personal, por capacidad individual y, ahora, porque la voluntad del pueblo así lo decidió en las urnas. Como en la selva, el más grande se impondrá al más chico, como lo hizo el sector agroexportador a las PyMES nacionales, según se desprende de los anuncios económicos; como lo harán las grandes empresas de transporte (y de lo que sea) que tienen la suficiente espalda para soportar la caía de la actividad económica que se viene, mientras las más chicas, constituidas por los argentinos de bien y de trabajo, perecerán en semanas.

Ante este escenario, la no renovación de los contratos con el Estado, la suspensión de la pauta publicitaria a los medios de comunicación y la reducción de ministerios son, apenas, un acto simbólico para sostener algo del discurso anti casta que depositó a Milei en el sillón de Rivadavia y Juan Perón.

“La mayoría parece estar dispuesta a sangrar, sudar y llorar más que antes, mucho más, con la condición de que no vuelvan los de antes y con la promesa de un punto de partida para, por fin, construir un país más o menos estable”

“No hay otra”. La explicación oficial la dio el propio mandatario y la ratificó su ministro de Economía: el problema es que se gasta más de lo que ingresa, el problema madre, según la versión oficial, es el déficit fiscal. La culpa es de los “malos gobiernos”, apuntó Caputo con un nivel de cinismo difícil de dimensionar. Como si no hubiese tenido nada que ver con el período de mayor endeudamiento externo de la historia argentina: el crédito stand by del FMI en 2018 por 57 mil millones de dólares, del que sólo se desembolsaron 45 mil millones por el escandaloso desequilibrio y la fuga de divisas que provocó antes de terminar de cobrarlo.

Pero las cosas están así. Es lo mejor que pudimos construir como sociedad, con la democracia que tanta sangre, sudor y lágrimas ha costado. Ahora, comenzó otra cosa, otra era. La mayoría parece estar dispuesta a sangrar, sudar y llorar más que antes, mucho más, con la condición de que no vuelvan los de antes y con la promesa de un punto de partida para, por fin, construir un país más o menos estable, que no es poca cosa.