(DES) EMPLEO Y SALUD MENTAL: “SE ME VINO EL MUNDO ABAJO”

UNA REALIDAD QUE NO DA TREGUA

(DES) EMPLEO Y SALUD MENTAL: “SE ME VINO EL MUNDO ABAJO”

Gonzalo Martínez tiene 29 años y el primero de febrero se convirtió en uno de los tantos trabajadores del Estado que fueron despedidos. Sus padecimientos de salud mental afectaron su desarrollo laboral. Ahora, a la crisis emocional con la que convive se le sumó la angustiante situación de quedar desempleado en el caótico contexto actual.

Texto: Luciano Peralta

|

Fotografía: Joaquín García

Hablar de salud mental. Esa es una de las necesidades que parió la crisis generada por la pandemia del Coronavirus. Pandemia que se extendió mucho más tiempo del esperado y generó consecuencias con las que todavía seguimos, y seguiremos, lidiando.

La crisis sanitaria se montó a la crisis económica de la última década, para profundizar un estado de hartazgo y angustia social que, por estos días, lejos de revertirse, se profundiza todos los días y genera graves problemas en la salud mental de una población demasiado castigada.

El panorama es desolador, sí.

Tanto lo es que hablar de salud mental se nos impone como una obligación ética, más que como una opción. En este sentido, el problema dado a conocer por Gonzalo Martínez, a través de sus redes sociales, aparece como una oportunidad para visibilizar una de las muchas aristas que tiene el tema: ¿todos tenemos derecho a trabajar?

La respuesta políticamente correcta es que sí, pero la realidad no es tan políticamente correcta. En los comedores de las escuelas de Entre Ríos, área dependiente del Ministerio de Desarrollo Humano, los cocineros suplentes tienen hasta 20 días por año de licencia. Gonzalo (29) padece problemas de salud mental hace varios años, desde el 2014 exactamente, y, por prescripción médica, hizo uso de esa licencia durante varios meses, excediéndose largamente esos 20 días. En febrero lo dejaron sin trabajo, por lo que decidió dar a conocer su historia, con la intención de recuperarlo.

“Yo venía mal, venía con crisisque no sabía qué eran, hace mucho tiempo. Mi primera crisis fue en 2014, cuando me fui a vivir a Paraná, a estudiar periodismo. Me habían entrado a robar y, entre otras cosas, se habían llevado mi documento. Y como yo había hecho la denuncia, los mismos que me habían robado pasaban por mi casa y me gritaban cosas por la ventana. Obviamente, me recontra asusté. A los días le robaron a un compañero de la facultad ahí, cerca de mi casa, y decidí volverme a Gualeguaychú. En ese momento sentí una gran frustración, mi sueño de poder estudiar no lo podía cumplir”, contó el joven “nacido y criado” en Gualeguaychú. “Todo eso se potenció mucho con la pandemia, sobre todo con el tema de no poder dormir, ese es mi gran problema”.

– ¿Cómo se manifiestan esas crisis?

– Todo lo que hacía era para tapar lo que me estaba pasando. En el 2019 tenía un trabajo y dejé sueldos enteros en el casino, entre comillas, me volví adicto. Claramente estaba tapando otra cosa. Después pude identificar que eran crisis de ansiedad y ataques de pánico.

– ¿Qué sentías en ese momento, antes de identificarlas?

-Palpitaciones, sudoración, taquicardia. A veces temblaba, lloraba mucho, yo soy muy sensible, pero todo me afectaba muchísimo más. Por ejemplo, en el 2020 tuvimos un problema con mi papá y a mí me pasaba algo totalmente diferente a lo que le pasaba al resto. Ahí empecé a darme cuenta que si bien no lo demostraba, algo internamente me estaba pasando.

– ¿Qué hiciste con eso?

-En junio del 2021 tuve mi primera entrevista en el Hospital Centenario, me derivaron a una licenciada en psicología. Yo sabía internamente que tenía que ir a terapia, pero no quería.

– ¿Por qué?

-Por tabú, más que nada. No había ido nunca, y bueno, pude romper con eso. Las últimas cuatro sesiones que tuve con la psicóloga era llorar y nada más. Lo mismo me pasó cuando fui derivado a la psiquiatra. Tenía una angustia enorme y muchos problemas para dormir.

– ¿Cuándo aparecen esos problemas para dormir?

– Todo en el 2014, cuando me pasó lo del robo en Paraná. Si bien nunca fui de dormir muchas horas, ahí arrancó el problema. Cuando tuve la primera entrevista con la psiquiatra dormía 4 horas por día. Ahí empezaba a identificar otras cosas que me estaban pasando: me estaba costando salir, iba del trabajo a casa y me quedaba encerrado; me estaba costando ordenar mi casa y limpiar, sabiendo que yo soy muy meticuloso con eso, hasta bañarme me empezaba a costar. Entonces, ahí empezamos a probar medicación. Llegué a tomar siete pastillas por día. En ese momento escuchaba una voz, en mi cabeza, que me decía cosas malas: que yo no servía para nada, que tenía que cortar con mi pareja, que no servía para mi trabajo, que me iba a ir mal…

-¿Ya trabajabas en Comedores Escolares?

-Sí, esto fue en el 2022, pasó noviembre, diciembre, enero, febrero, y seguí trabajando. En marzo es cuando la psiquiatra y el psicólogo me empezaron a dar las licencias. En comedores empecé a trabajar en octubre del 2021 hasta el primero de febrero de este año.

-¿Cómo era el laburo?

-Trabajé en diferentes escuelas. Trabajaba de 3 de la tarde a 9 de la noche. Pero lo que me pasaba a mí no estaba relacionado al trabajo, o sea, eran todos problemas, conflictos míos, pero me impedían ir a trabajar. Porque, ponele, teníacinco minutos libres, me sentaba a tomar un mate y ya empezaba a temblar, empezaba a sentirme mal. Después, esto de salir de la escuela rajando a mi casa para encerrarme y no salir hasta el otro día. Yo disfrutaba de mi trabajo, amaba mi trabajo. Todo el tiempo que hice terapia, a la psicóloga y a la psiquiatra les decía que quería volver a trabajar. Probamos dos veces, pero me pasó lo mismo, no podía volver.

-¿Cuándo te informan que te quedás sin trabajo?

– El 29 de enero volví a trabajar. Trabajé hasta el primero de febrero y ese día me llamaron a la oficina y me dieron un papelito que decía que prescindían de mis servicios. Se me vino el mundo abajo. Me crucé a la plaza, porque ni siquiera podía agarrar la moto, y la llamé a mi mamá, estaba temblando.

-Y esta normativa,la de los 20 días, ¿cómo es?

-Básicamente, establece que los cocineros suplentes solo tienen 20 días de licencia por enfermedad. Yo tengo una enfermedad de largo tratamiento, no es algo que en 20 días se me iba a ir. Obvio que lo que quería era curarme los antes posible, a la persona que más le interesaba volver a trabajar y poder curarse era yo. Hoy sigo mal: perdí el trabajo, no duermo bien, no estoy comiendo bien, no salgo, me está costando de nuevo limpiar. O sea, todo lo que había avanzado se vino todo abajo. Entiendo que hay mucha gente que se excedió con las licencias, pero no es mi caso, por eso estoy llamando todos los días a Paraná para que evalúen mi situación.

Y ahora ¿cómo haces al quedarte sin trabajo?

-Es la preocupación de todos los días. No me indemnizaron. Mi viejo me dijo que me bancaba el alquiler. Ahora estoy sobreviviendo con el último sueldo que cobré, pero la verdad es que no tengo cabeza, no tengo fuerzas, más que para salir a dar esta lucha. Necesito recuperar mi trabajo.

– ¿Cuál es tu mayor deseo?

– Primero, volver a trabajar, y después estar emocionalmente bien. No te voy a decir estar feliz porque en todo este tiempo entendí que la felicidad son momentos, pero quiero estar emocionalmente estable, quiero estar tranquilo. Desearía no tener más crisis, deseo volver a trabajar, yo soy de la cultura del laburo. Eso es lo que más quiero y necesito en este momento.