¿LA DEMOCRACIA ES DECIR CUALQUIER COSA?

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¿LA DEMOCRACIA ES DECIR CUALQUIER COSA?

El debate por los límites de lo discutible al interior de una democracia recorre la política y la academia desde hace largo tiempo. Preguntas como ¿qué expresiones son compatibles con la tolerancia democrática? o ¿la libertad de expresión puede ser coartada? no son interrogantes nuevos, pero se han reavivado a raíz de la entrevista de Ernesto Tanenbaum a Nicolás Márquez.

Texto: Agustina Díaz

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Ilustración: Diego Abu Arab

Tampoco son nuevas las voces que niegan las graves violaciones a los derechos humanos, que hablan abiertamente de aniquilamiento de grupos sociales indeseables y que reivindican a perpetradores de crímenes contra la humanidad. Estos discursos han tenido permanencia, exponentes e incidencia, incluso en las etapas más favorables para perspectiva de los derechos humanos cuando se implementaron políticas de memoria y justicia.

Cruces esvásticas pintadas en las paredes, simbología nazi en tatuajes y comentarios racistas, misóginos y homo-odiantes en redes sociales, son algunas de las expresiones que forman parte de una realidad que preocupa a algunos y convoca a otros.

En los últimos días la tensión entre “libertad de expresión”–“discursos que promueven el odio y el crimen” volvió a ocupar lugar importante en la opinión pública a raíz de la entrevista que el periodista de Radio Con Vos, Ernesto Tenembaum, realizó a Nicolás Márquez, biógrafo oficial del presidente Javier Milei, colaborador de la Libertad Avanza y una de las voces autorizadas para expresar el ideario político, social y cultural libertario.

La entrevista radial es un hueso duro de roer para quienes manejamos algún grado de sensibilidad respecto a algunos temas. Las aseveraciones de Márquez, expresadas en un tono contundente y agresivo, fueron desde la asociación directa de la homosexualidad con la desviación y la enfermedad a la negación del robo de niños/as y de la existencia de delitos sexuales hacia las mujeres en los centros clandestinos de detención de la última dictadura (graves delitos de Estado comprobados en decenas de juicios).

Pero los postulados de Márquez no se ilustran sólo en esa polémica entrevista, son apenas la punta de un iceberg. Son años, décadas, de producción de libros al respecto, presentados en frente a multitudinarios públicos y una extensa actividad en redes sociales caracterizada por insultos y exabruptos que no describiré porque los considero afrentas irreproducibles a la dignidad humana. En ese sentido, tampoco voy a tomar tiempo para rebatir los postulados del biógrafo presidencial. Sus “vehementes verdades”, que tienen por intencionalidad política promover la violencia contra grupos sociales que considera enemigos (la comunidad LGTBIQ+, las mujeres feministas, los activistas de DDHH, las víctimas y sobrevivientes del terrorismo de Estado, las personas que adhieren al peronismo, comunismo y progresismo, etc.) no son más que mentiras rebatidas por la historia, la ciencia y el sistema internacional de derechos humanos. Intentar contraargumentar sus dichos nos obliga a explicitarlos y, por tanto, a darles mayor resonancia y difusión, por lo que sólo utilizaremos lo acontecido como excusa propicia para pensar (y pensar-nos) acerca de lo que se dice, de lo que toleramos escuchar y del modo en el que incide en la realidad.

«Intentar contraargumentar sus dichos nos obliga a explicitarlos y, por tanto, a darles mayor resonancia y difusión, por lo que sólo utilizaremos lo acontecido como excusa propicia para pensar (y pensar-nos) acerca de lo que se dice, de lo que toleramos escuchar y del modo en el que incide en la realidad«

Algoritmos y discursos de odio.

Los discursos de odio estuvieron presentes en todos los momentos trágicos que la humanidad supo cosechar. De hecho, todos los genocidios perpetrados han sido precedidos por procesos de expansión de discursos deshumanizantes y estigmatizadores contra aquellos grupos que los dispositivos de poder estatal decidieron aniquilar.

Para proponer ejemplos ampliamente conocidos pensemos en la propaganda nazi que el régimen hitleriano desarrolló antes de inaugurar los campos de concentración que posibilitaron la consumación de la Shoá. Afiches, proclamas, publicaciones y libros demonizaron a las familias judías para constituirlas como enemigas de Alemania, justificando su humillación, desprecio y exterminio. El mismo modus operandi se observa en el genocidio armenio por parte de los Jóvenes Turcos del antiguo Imperio Otomano y, también, en el Proceso de Organización Nacional argentino de fines siglo XIX y principios del siglo XX, cuando la elite política, económica, militar y científica argentina señaló a los indígenas como un sujeto social enemigo del progreso, peligroso, inferior, abominable y, por tanto, eliminable. 

Lamentablemente la historia universal demuestra los discursos de odio no son un invento de la era digital, la globalización y las redes sociales. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que esas nuevas arenas de debate público le han dado una plataforma extraordinaria y desconocida hasta ahora, cuya incidencia en la consecución de violencias materiales aún no conocemos.

Ahora bien, al análisis del acelerado fenómeno del odio virtual debemos sumar una importante variable: la rentabilidad de los discursos violentos para los dueños del mundo digital. No podemos dejar de tener en cuenta que mientras más controversias existen en las redes, más se multiplican las interacciones y las interacciones son dinero, ganancias y acumulación de poder. Por eso los algoritmos facilitan estas controversias y las incentivan y, por esa razón, quienes se enriquecen a costa de ello invierten importantes esfuerzos en impedir cualquier propuesta gubernamental o legislación que intente regularlas. En Argentina, como en casi todo el mundo, no hay normativa al respecto y parece un imposible cualquier avance en medio de un contexto político nacional donde el presidente muestra abiertamente su enfervorizada admiración hacia Elon Musk, dueño de la red “X”.

¿Punitivismo para el negacionismo?

En términos generales podemos decir que el negacionismo es una empresa política tendiente a tergiversar el pasado para no admitir la existencia de políticas de exterminio por parte del poder estatal. Amparados en el derecho a la libertad de expresión, sus adeptos insisten en contar una historia “verdadera” que relativiza, niega o justifica la violación de derechos humanos. La discusión sobre el número de víctimas y su culpabilización, la defensa de los graves crímenes cometidos, la difamación de sobrevivientes y la narrativa de la “reconciliación” como garantía de la impunidad, son sus principales fuentes discursivas.

Qué hacer con el negacionismo es un debate que atraviesas universidades, legislaturas, organismos internacionales y tribunales en el mundo ¿es el negacionismo un delito? ¿cuáles son los alcances de la libertad de expresión? ¿es posible diferenciar a los crímenes de lesa humanidad de los discursos que los legitiman y preceden?

La Unión Europea es la región del globo que más jurisprudencia tiene al respecto, así como instrumentos normativos, probablemente porque le tocó ser protagonista de las atrocidades del nazismo. Alemania es el caso más conocido, pero en el listado se encuentran también países como Francia, Suiza, Austria, Bélgica, España, República Checa, Israel, Liechtenstein y Letonia.

«¿Es el negacionismo un delito? ¿Cuáles son los alcances de la libertad de expresión? ¿Es posible diferenciar a los crímenes de lesa humanidad de los discursos que los legitiman y preceden?«

En Argentina no hay ninguna norma que regule los discursos que niegan la dictadura, desconocen los crímenes de Estado que en ese período se cometieron, calumnian a las víctimas y contradigan la memoria que, sobrevivientes y organismos de DDHH, han construido con fuerza de verdad jurídica a partir de las más de doscientas sentencias por crímenes de lesa humanidad obtenidas en nuestro país por más de veinte años.

¿Penar el negacionismo en una herramienta necesaria? ¿debatir los argumentos negacionistas es lo que promoverá una cultura más democrática y respetuosa de la dignidad humana? ¿cómo actuar frente a los y las negacionistas? Cuando los discursos negacionistas son oficiales y gubernamentales ¿alcanzan los esfuerzos ciudadanos y militantes para contrarrestarlos?

La cancelación ¿selectiva?

Ernesto Tenembaum es un periodista con profeso compromiso con los derechos humanos. En sus palabras, entrevistas y opiniones siempre hace presente el repudio a la dictadura, la denuncia a las violaciones a los derechos humanos en aquel período y el cariño explícito a referentes destacados de los organismos que batallaron por la memoria, la verdad y la justicia. En línea con este posicionamiento, como periodista y miembro de la comunidad judía, en su columna editorial del día 3 de mayo expresó su disconformidad ante el anuncio del canal América TV acerca de un nuevo programa nocturno conducido por Santiago Cúneo, periodista y político reconocido por sus polémicas y agraviantes declaraciones.

Tenembaum hizo público su cuestionamiento a la decisión del canal haciendo hincapié en el explícito antisemitismo de Cúneo y sus otras expresiones de odio, sirviéndose de audios donde se escuchan desagradables y violentas aseveraciones por parte del ex carapintada. Consternado por todo ese universo discursivo, Ernesto preguntó retóricamente ¿cuáles son los límites de la comunicación y de los medios?

Por supuesto, es fácil coincidir con el rechazo y la preocupación ante la posibilidad de que voces antisemitas y desbordantes de odio sean convocadas para construir programación televisiva. Pero resulta por lo menos contradictorio que, unos minutos después de sentar esta postura respecto a Cúneo, Tenembaum inició una extensa entrevista (de más de una hora) con Nicolás Márquez permitiéndole decir en el horario central de una de las radios más escuchadas del país todas las barbaridades que señalamos al inicio de esta nota.

Entonces las preguntas que se abren son: ¿la cancelación se justifica siempre, nunca o a veces? ¿qué discursos de odio son cancelables/irreproducibles y cuáles, a pesar de su crudeza, pueden ser sometidos a discusión como cualquier otro tema? ¿cuál es el valor periodístico de la entrevista a Márquez? ¿cuál es el propósito de darle resonancia a discursos que hablan de aniquilamiento de seres indeseables, de personas desviadas en referencia a los homosexuales y que niega la dictadura?

Los testimonios de vida como reducto de construcción amorosa.

La derecha vernácula revitalizada parece no sorprendernos con sus formas y contenidos discursivos. Sin embargo, lo que no deja de sorprendernos y conmovernos es la capacidad de amor, respeto y resiliencia de las personas que integran los grupos más estrechamente asediadas por los discursos de odio. En estos días, decenas de personas han brindado sus testimonios en los medios de comunicación y las redes sociales, personas conocidas y otras anónimas, que nos aportaron relatos en primera persona sobre los dolores, vejaciones y discriminaciones que han sufrido y que promueven, legitiman y alientan la violencia. Allí están las Abuelas de Plaza de Mayo, con una sonrisa abierta, invitando a continuar la lucha por la verdad y la restitución de la identidad de los que faltan. Allí están los ojos grandes y húmedos, con las voces entrecortadas por la bronca y la emoción, de gays, lesbianas, transexuales y travestis, contándonos acerca de sus infancias dolientes, de sus familias, de sus traumas, de sus esperanzas y de sus deseos de vivir en libertad. Allí están los padres, madres y amigas de las víctimas de femicidios, insistiendo en la importancia de la perspectiva de género como instrumento de prevención de las violencias.

Allí están, estamos, los que no podemos ni queremos quedarnos de brazos cruzados y labios cerrados ante la ignominia de la mentira y la justificación del horror. Porque más allá de los debates académicos o leguleyos sobre qué hacer con los discursos de odio (si penarlos o no, si regularlos o no) existe una dimensión mucho más básica y sencilla que es la de la empatía frente a la humanidad del otro, especialmente en lo que de dolor hay en esa humanidad ¿Qué clase de ser humano celebra lo que destruye la dignidad del otro?

Al pensar en estos bretes sociales, tan complicados de resolver, vuelve a resonarnos esa metáfora clara del caníbal… ¿cómo neutralizamos al caníbal sin comérnoslo, sin transformarnos en lo que rechazamos y tememos de él? No hay dudas que el caníbal del fascismo, del negacionismo, de la misoginia y del odio nos asecha. Sabemos que tenemos que detenerlo, no sabemos cómo. Lo que sí sabemos es que lo que está en juego es demasiado grande, demasiado importante, demasiado vital y que la indiferencia o el silencio termina siendo cómplice de los poderosos.


captura de pantalla

por Tati Peralta

Its a sin (2021)

Miniserie de 5 capitulos escrita por Rusel T Davis. La recomendación funciona como un gran link: vean mas de Davis porque hay mucho y muy bueno: la, a estas alturas, serie de culto, ‘Queer As Folk’ (hay version yankee pero la posta es la británica, de 1999) o la genial distopía ‘Years and years’ (2019). It´s a sin sigue la vida de un grupo de amigos durante 10 años (de 1981 a 1991), la aparición del VIH y funciona como un repaso por todo el arsenal de prejuicios y discursos de odio que pesan sobre la comunidad LGBTQI+.

Prayers for Bobby (2009)

Mary Griffith (Sigourney Weaver, nuestra amada Teniente Ripley) es una cristiana devota que cría a sus hijos con las enseñanzas conservadoras de la Iglesia Presbiteriana que, sorpresa, no son muy amables con las deisidencias. Cuando su hijo Bobby, un adolescente gay, se suicida debido a la intolerancia de su entorno, Mary se replantea su escala de valores y su opinión sobre la homosexualidad.

Tomboy (2011)

La peli pone la lupa sobre las infancias trans y fue dirigida por Céline Sciamma (tambien responsable de la mas reciente y muy recomendable ‘Retrato de una mujer en llamas’). Un relato hermoso sobre la infancia, la adolescencia y la construccion de la identidad.

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