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LA COCINA DE LOS CUIDADOS Y LA VIEJA RECETA DE LA DESIGUALDAD

UN ESTADO QUE ALIMENTA EL “CUÍDESE QUIÉN PUEDA”

LA COCINA DE LOS CUIDADOS Y LA VIEJA RECETA DE LA DESIGUALDAD

La feminización de las tareas de cuidado data de largo tiempo. En Argentina, el informe “Las Brechas de Género en la Argentina” (DNEIyG, 2020) reveló que las mujeres realizan más del 75% de las tareas domésticas no remuneradas, dedicando un promedio 6,4 horas diarias, mientras que los varones dedican la mitad. Esta tendencia parece profundizarse a partir de la llegada del gobierno anarco-capitalista de Milei, por lo que, desde La Mala, de la mano del monitor la Cocina de los Cuidados del CELS, indagaremos sobre este tema presente en cada uno de nuestros hogares.

Texto: Agustina Díaz

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Ilustración: Diego Abu Arab

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Cuidar es cosa seria. Implica la realización de muchísimas tareas diversas, la dedicación de una enorme cantidad de horas y la imposibilidad de rehusar de hacerlas ya que son imprescindibles para el desarrollo de la vida o de una vida con pisos de dignidad.

Pensemos los múltiples escenarios del cuidado: cuidar a un bebé, lavar su ropita, preparar su comida, monitorearlo permanentemente, atender su salud, cambiar sus pañales, protegerlo de riesgos domésticos, estimular su desarrollo cognitivo, llevarlo al médico, calmar su llanto, evitar que haga cosas que lo pongan en riesgo y un etcétera gigantesco. O pensemos en niños/as en edad escolar y toda la asistencia que requieren: alimentación, traslados, cuidados sanitarios, juegos, entretenimiento, ropa limpia, seguimiento de las tareas escolares, promoción de sus preferencias artísticas o deportivas y demases. O pensemos en un adulto mayor cuyo nivel de autonomía se ha reducido por el paso del tiempo o problemas de salud: pañales, compras, cocina, darle de comer, evitar golpes o tropiezos, recordar turnos médicos, trasladarlo para realizar consultas o estudios clínicos, administración de medicación, limpieza del hogar, atención en internaciones y muchísimo más.

Hagamos el ejercicio de traer a la mente nuestras experiencias personales y familiares ¿qué personas realizan mayoritariamente estas tareas?, ¿quiénes nos han cuidado, atendido, cocinado, planchado, lavado, secado y ordenado? Si, han sido muy mayoritariamente mujeres. Allí están nuestras madres, abuelas, tías, hermanas, niñeras o empleadas domésticas.

Por supuesto que el reconocimiento de esta generalidad no implica negar que hay varones que realizan estas actividades y que, quizás, algunas de ellas se muestran como más frecuentes que antes (por ejemplo, hace no muchos años era bastante inusual ver a un padre solo con un/a bebé en la calle y hoy es una escena algo más cotidiana) pero estamos refiriéndonos a una tendencia global ratificada en informes y mediciones. No se trata de demonizar a hombres y victimizar a mujeres sino de todo lo contrario: de ponernos en un pie de igualdad reconociendo desventajas y privilegios y de alimentar el pensamiento crítico para ver qué de estos parámetros reproducimos y qué podemos hacer para transformarlo.

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Las razones de la preminencia de las mujeres en las tareas de cuidado se explican por fenómenos sociales, políticos, culturales y económicos que acontecieron hace algunos siglos atrás. Para no irnos tan lejos en el tiempo repasemos sólo en los últimos cien años. En 1914, el 21% de las mujeres formaba parte de la población trabajadora, es decir, había una de cada cinco mujeres que trabajaba fuera de su casa. Principalmente personal doméstico, cocineras, lavanderas y planchadoras; costureras, modistas y tejedoras, y trabajadoras agrícolas. Había algunas docentes y algunas trabajadoras industriales, pero eran la minoría.

«Si al día de hoy el 75 % de estas tareas aún las desarrollan mujeres, hablamos de una doble o la triple carga laboral, ya que la jornada no termina al llegar al hogar, sino que allí continúa otro trabajo no remunerado o, en todo caso, se le paga a otra mujer para que realice estas tareas”

Con el paso de las décadas las mujeres fueron desempeñándose en otras actividades, ampliando sus derechos civiles y políticos, ingresando en la educación superior y destacándose en otros rubros. Poco a poco tareas “tradicionalmente masculinas” fueron ocupadas por mujeres mostrando que la capacidad para el desempeño laboral o profesional no guarda relación con el género al que se pertenece. Sin embargo ¿qué pasó con las tareas de cuidado? Con las mujeres en el mercado laboral ¿quiénes se ocuparon de los cientos de actividades cotidianas, domésticas, familiares u hogareñas que nadie paga, que pocos valoran, pero que de no realizarse harían tambalear a todo el sistema económico?¿hacia dónde se desplazó dicha responsabilidad?

Fueron las mujeres las que continuaron ocupándose de las tareas del hogar y de reproducción a la vez que ingresaron al mercado productivo, por lo que un proceso de sobrecarga se acentuó sobre sus vidas. Si al día de hoy el 75 % de estas tareas aún las desarrollan mujeres, hablamos de una doble o la triple carga laboral, ya que la jornada no termina al llegar al hogar, sino que allí continúa otro trabajo no remunerado o, en todo caso, se le paga a otra mujer para que realice estas tareas (niñeras, cuidadoras, enfermeras domiciliarias o empleadas de casas particulares)

En nuestro país y en todo el mundo ha sido la presencia del Estado, a través de políticas públicas impulsadas por las constantes demandas y propuestas del feminismo, el único instrumento capaz de generar una valoración económica y simbólica de estas tareas imprescindibles. Porque no se trata de valorizar románticamente a los cuidados, como una especie de vocación abnegada, sino de un reconocimiento al aporte social y económico de estas tareas. De manera progresiva, aunque lenta y perfectible, en los últimos años el Estado argentino instrumentó medidas tendientes al reconocimiento económico de las tareas de cuidado, su asistencia y la promoción de su distribución más equitativa que, de manera abrupta, se han visto interrumpidas en los últimos meses.

Por esa razón, el nuevo escenario político del país se revela adverso en la construcción de una organización social más equitativa. La desarticulación de políticas públicas con perspectiva de género, el achicamiento abrupto del Estado, el crecimiento exponencial de la pobreza y la proliferación de discursos negadores de la desigualdad lesionan la posibilidad de insistir en un camino de mayor equidad y justicia.

«De 43 políticas públicas (vinculadas al reconocimiento de las tareas de cuidado) en vigencia en diciembre de 2023, el actual gobierno sólo continuó siete, 21 fueron desmanteladas y 15 están en estado de alerta, ya que se desconoce qué sucederá con ellas«

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Al respecto, el Centro de Estudios Sociales y Legales (CELS), con una provechosa trayectoria de más de cuarenta años en el país en la promoción y la defensa de derechos políticos, sociales, culturales, económicos y territoriales, ha impulsado “La Cocina de los Cuidados”. Se trata de una mesa intersectorial con representantes de organizaciones sociales y de derechos humanos, sindicatos, iglesias, de la academia, funcionarias y legisladoras para monitorear el impacto de las políticas del gobierno nacional en el acceso a los cuidados e impulsar posibles acciones políticas y legales que promuevan la garantía de los derechos de las mujeres. Su primer informe resulta demoledor y nos obliga a prestar cada vez mayor atención:

De 43 políticas públicas (vinculadas al reconocimiento de las tareas de cuidado)en vigencia en diciembre de 2023, el actual gobierno sólo continuó siete, 21 fueron desmanteladas y 15 están en estado de alerta, ya que se desconoce qué sucederá con ellas.

Se registra un 0 % (¡CERO!)  de ejecución de obras de infraestructura asociadas a cuidados, como jardines y espacios de primeras infancias, lo que redunda en más carga de cuidado en el hogar y menos tiempo para el trabajo remunerado de las mujeres que cuidan.

Las prestaciones asociadas a las tareas de cuidado perdieron su poder adquisitivo (jubilaciones) o dejaron de funcionar (kits de lactancia y entrega de alimento a comedores).

Se recortaron las políticas de remuneración y formalización de las trabajadoras de casas particulares (quitándose las multas para empleadores/as incumplidores/as)

Proliferaron los discursos oficiales de desvalorización de las tareas de cuidado y de negación de la desigualdad y violencia por razones de género. No olvidemos que, en medio de una entrevista televisiva donde se hablaba del sistema previsional, en referencia a las moratorias, la jubilación de amas de casa y otras políticas similares, el presidente Milei expresó: «con esto queda degradado el concepto de la jubilación. Por ejemplo, mi papá y mi mamá tienen la misma jubilación. ¿Cómo puede ser? Mi mamá no trabajó y mi papá sí. Él empezó a trabajar desde muy chiquitito. Bueno, el punto es que su jubilación debería estar en una determinada lógica del sistema previsional y la de mi mamá tendría que ser una asistencia».

Teniendo como insumo a “La Cocina de los Cuidados” del CELS, desde La Mala vamos a seguir hablando de estos temas, reflexionando acerca de los modos en los que la desigualdad se profundiza o reproduce, poniéndole voz y rostro a todas esas tareas que no se ven pero que mantienen a flote a nuestra comunidad, federalizando la discusión y, por qué no, pensando en rutas de acción para contribuir a la construcción de una sociedad de derechos y obligaciones compartidas. Esto recién comienza.


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