LÚMPENES, ARRIBISTAS Y EL DESPRECIO POR EL PENSAMIENTO CRÍTICO

EL ESTADO, POR ASALTO

LÚMPENES, ARRIBISTAS Y EL DESPRECIO POR EL PENSAMIENTO CRÍTICO

Rodrigo Soto Bouhier, docente universitario e historiador de Arqueoterra, apunta el filo del discurso hacia la dicotomía forzada que nos toca vivir. Lúmpenes y arribistas han copado el aparato del Estado, carcomiendo ministerios, cercenando puestos laborales y fagocitando las instituciones. Ellos o nosotres, entreguismo libertario o soberanía territorial. Este es el neoliberalismo 2.0 de la Argentina mileinial.

Texto: Rodrigo J. Soto Bouhier, Arqueoterra

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Ilustración: Diego Abu Arab

Los otrora desplazados y marginales, miembros de una casta residual, han tomado al Estado por asalto. Elevados por la miseria decadente de una democracia incapaz de cumplir con sus promesas y un resentimiento alentado por un individualismo autoritario, entreguistas vendepatria acapararon el gobierno y la conducción de nuestra sociedad marchita.

Herederos de avatares del Proceso, gestores de los grandes capitales e intereses extranjeros, le han declarado la guerra al pensamiento crítico, a las ciencias y a las artes que dan nombre a la Argentina en el plano internacional. Entreguismo enmascarado de libertad y lucha contra el comunismo cala hondamente en el discurso oficial.

Banderas ideológicas de tinte fanático han mermado las oportunidades comerciales argentinas y, con tendencias fascistoides, promueven la debacle de quienes ya se revuelcan en la más abyecta mediocridad. Es la hora de los emprendedores, los aventureros del mercado…de los obreros desclasados, atomizados y oprimidos por la tiranía de la productividad. Ha renacido de sus amargas cenizas aquel demonio que jamás murió del todo. Se ha apoltronado nuevamente aquella quimera posmoderna y autoritaria, contradictoria y policéfala del capitalismo contemporáneo: el neoliberalismo.

EL MERCADO, DIOS INCUESTIONABLE

Lúmpenes y arribistas, vírgenes frustrados y energúmenos del universo filocastrense, especuladores e influencers de cabotaje. Todos enarbolan su culto a la ignorancia y el desprecio por el pensamiento crítico. Frente al espantapájaros del adoctrinamiento, que definen como todo lo que a ellos no les gusta, promueven esa misma práctica viciosa. No hay alternativas a sus preceptos, el Mercado es el Dios incuestionable y su verdad es la única posible.

Todo, cuanto implica duda, cuestiona o diverge de sus argumentos mágicos y aspiracionales deviene en falacias y doctrinas de lavado cerebral. Quien no sigue al líder es un enemigo del pueblo. De su pueblo de borregos consumistas, dependientes y autoexplotados. Encarnan la alienación del capital en su expresión más atomizada y reaccionaria. Son la uberización de la conciencia, la rappidización de los valores y el arancelamiento progresivo de lo único que nos vuelve humanos. De ahí que solo seamos una simple mercancía, barata y desechable. Es por ello que nos llaman capital humano. No somos personas, sino cosas. No somos ciudadanos, sino consumidores. No somos sujetos de derecho, sino una variable de ajuste.

La empírea afirma el lumpenismo y arribismo del personal político de las últimas décadas, evidenciado esto no sólo en la precariedad de los dignatarios y funcionarios de los últimos gobiernos democráticos, sino y, ante todo, con los referentes más rancios que la presente gestión detenta. Cosplayers disfuncionales, especuladores mantenidos por sus padres, jóvenes púberes con nula o inexistente formación, tarotistas y chamanes contactados con fantasmas y deidades, se materializan en lo que llamamos lúmpenes.

Respecto a los arribistas, si bien todos los anteriores forman parte de este grupo, restituye de las capas más execrables de la casta burocrática y política de nuestra burguesía nacional a los Menem, los Bullrich y los Petri. Los viejos caciques y sus prostituidos valores se apelotonan frente al cuerpo descompuesto de un Estado profanado que sin éxito ha prometido una democracia en la que se come, se vive y se educa.

DE FARSAS Y TRAGEDIAS

Hoy la gente tiene hambre, muere ante la inseguridad o la violencia misma de un Estado cada vez más punitivo. Siempre se puede volver a la dorada Argentina del siglo XIX, signada por la desigualdad entre las clases, la opulencia desmedida de los grandes exportadores y la inexistencia de cualquier derecho laboral. Una Argentina gloriosa donde los niños trabajaban en talleres, los anarquistas (de verdad) van presos o son fusilados y en la que el fraude electoral garantiza el Orden y Progreso de un país en auge. Auge para unos pocos, claro. Esta es la Historia que no te cuentan.

Mientras tanto, la burda copia menemista, emparchada con el negacionismo procesista y de húmedas fantasías coloniales decimonónicas, es la tragicomedia contemporánea de nuestra Argentina. Marx se quedó corto con la frase “la Historia se repite dos veces: primero como tragedia y después en forma de farsa”. Nuestra farsa actual es una tragedia en sí misma. La Argentina “mileinial”, leonina e incestuosa no es más que eso: un quilombo descalabrado, un embate anárquico y revanchista de una burguesía nacional que dijo basta al estado de cosas instaurado con el 2001. Solo el tiempo, la organización consciente de la clase obrera ocupada y desocupada y la labor de la inteligencia comprometida puedan marcar el nuevo camino a seguir.

Hemos perdido mucho tiempo con fantasmagorías, posmodernidades y eufemismos. Debemos coordinar un programa de clase, abandonar los sectarismos y dar por tierra los discursos liberales que nos alienan por izquierda y por derecha. Renunciemos a los falsos profetas, los tribunos y patrones. Hoy más que nunca debemos combatir hasta desfallecer y construir las bases del escarmiento que les debemos. Con ahínco alcemos el puño en la lucha por nuestra propia liberación, colectiva y humana. No se trata de resistir, premisa noble pero pasiva, sino de luchar y dar la vida por el futuro que nos merecemos. Ellos no dejarán de pisarnos hasta que los tomemos del tobillo y se lo quebremos. La pelea es ahora.