El argentino sostiene con firmeza que tiene la capacidad de nacer donde quiera. También tiene una dura condena para aquel que desprecia su tierra. El suelo es más que un territorio delimitado geográficamente, es guía, brújula y pasión. Es locura, llanto y alegría. Replica una manera de vivir, de ver y de comprender.
En medio de ese amor intenso se filtra una decisión que molesta: emigrar. No a todos, claro. Pero un porcentaje elevado de la sociedad suele criticar (solemos, en realidad) a quien elige irse a probar su suerte en otros países. Se cuestiona el abandono, el “no bancar”, el no ponerle el lomo al suelo que te pario cuando la realidad se complica. En cierta forma, irse se percibe como darle la espalda al ser argentino.
¿Podés no querer a tu patria? ¿Se puede perder tan fácil las raíces? Seguramente, habrá quienes den fundamento a los ataques por la huida y los desprecios. Pero también existen quienes se toman el avión cargando anhelos y en medio de los caminos nuevos, desparraman argentinidad.
Para conocer un poco de la experiencia de quienes se van persiguiendo sus sueños, La Mala dialogó con Micaela Johnson, una joven paranaense que hace un par de años eligió partir.
– ¿Cómo llegaste a emigrar? ¿Fue una decisión meditada o surgió de forma inesperada?
– Fue de manera inesperada, eran vacaciones y terminaron siendo las más largas de mi vida. A los 24 años viajé con amigos un mes y medio, el día previo a volverme tuve un despertar fuerte de que no quería volver a vivir en Argentina. Me tomé el avión llorando, a los días de llegar, me llego una propuesta laboral para México. Me despedí de todos y me fui. Ya desde chica me mude mucho, ser nómade siempre estuvo en mí. También tuve la cuna de escuchar a mi sueño y que mi vida cambie completamente, siempre tuve hambre de más.
“Se atraviesa como se puede, no hay un solo día en que no piense en mi gente allá”
– ¿Qué sentiste al tomar esa decisión?
– Honestamente, siempre fui bastante desapegada, pero consciente que la mayoría de la gente que emigra, porque me rodeo de ellos, se llena de dudas y miedos. Aunque, obviamente tenía los míos, mis ganas eran muy grandes y partí súper emocionada. Justo venía de una ruptura y de cierto modo ayudó a esta idea de “escapar”, aunque después te das cuenta que es mucho más complejo. Yo soy muy feliz en un aeropuerto.
– ¿Argentina presentaba obstáculos para lo que querías hacer?
– Primero que nada, quería vivir la experiencia de emigrar, obviamente lo económico estaba difícil en Argentina. Pero siempre quise estudiar interpretación ante cámara en Madrid, no me preguntes por qué. Tuve la oportunidad de viajar a Europa con la familia para la que trabajaba de nanny en México y ni la pensé. En España empezaría mi carrera como actriz.
– ¿Te toco padecer críticas por la decisión?
– La verdad es que me tocó vivir críticas positivas, quizás porque saben de dónde vengo y hacia dónde puedo llegar, que son lugares bastante opuestos. Siempre recibí comentarios que me levantan y me ayudan a seguir, la gente es muy empática conmigo y en cierto modo “admiran” que una deje todo y se vaya a la incertidumbre. Si hubo críticas negativas, ni las registre. Lo que dice Juan de Pedro…
– ¿Se pueden sostener los vínculos construidos cuando uno se va?
– Es mi fibra más sensible. Es algo de lo que todavía sigo aprendiendo, lo que más sufro y extraño. Lo único que no tengo acá son mi familia y mis amigos. Si bien estoy de acuerdo con la decisión que tomé, esa es la parte que pesa. Se sostiene lo que es verdadero, aunque no haya una constancia en la conversación y ni hablar en el cara a cara, creo que la distancia destapa lo insostenible. Es difícil porque se viven realidades completamente separadas y diferentes, ¿en qué punto nos vamos a encontrar? Lo que es real, siempre, busca la forma. Se atraviesa como se puede, no hay un solo día en que no piense en mi gente allá. Algunos días parece insoportable, otros estas más conectada con el presente y no te pesa tanto, y así…
“Yo no la pierdo ni loca a la argentinidad, cuando me preguntan de dónde soy me enorgullece decir: Argentina”
– ¿Cómo se vive la soledad y la nostalgia?
– Como artista, me amigue con las dos. La soledad la trabajé más al emigrar, soy muy amiga mía y a los tiempos a solas los considero divertidos. Pero cuando llega el momento que querés compartirlo con ciertas personas y no están, cuando estas a miles de kilómetros es terrible. El otro día estaba de viaje por Ámsterdam y decía, pucha, de la manera que necesito a mis amigos acá y ahora. Pero bueno, conocí altísimo país, no me puedo quejar, pero hacen falta. Respecto a la nostalgia es duro ver como todo sigue pasando, fechas importantes, eventos canónicos, todo lo tenés que ver de lejos. Es un precio a pagar.
– ¿Cómo se hace para no perder la argentinidad, la patria con sus tradiciones, que es aquello que nos diferencia?
– Los argentinos somos increíbles. Obviamente, se extraña, pero, siendo honesta, siempre, pero siempre, te encontrás un argentino. Y nos unimos, claro. Estaba en Playa del Carmen cuando ganamos el mundial y la quinta avenida parecía la 9 de Julio por la densidad de camisetas argentinas que veías. En una isla de Tailandia, encontré argentinos; en Eslovenia una vez éramos seis tomando una birra. Es algo hermoso. Yo no la pierdo ni loca a la argentinidad, cuando me preguntan de dónde soy me enorgullece decir: Argentina.
– ¿Pensas en volver?
– Cada día de mi vida, pero de vacaciones. Por ahora mi sueño, mi vida y mi casa están en Madrid.
– ¿Qué le dirías a alguien que piensa en irse, pero tiene miedo de los sacrificios que implica?
– Que los miedos indican, en cierta forma, que es por ahí, que algo tenés que atravesar. Siempre digo esta frase a mis amigos: el miedo te acompaña hasta la puerta, pero nunca la atraviesa con vos. Y creo firmemente que emigrar no es para todos. Pero la vida es una, si algo te llama, hay que probar.
captura de pantalla
por Tati Peralta
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