DE CINE Y LITERATURA

ONCE DÉCIMAS PARA EL ETERNAUTA

Mucho se ha dicho (y se seguirá diciendo) de la exquisita obra de arte creada por el talentoso guionista y director Bruno Stagnaro, El Eternauta, escrita por Héctor Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López. Aquí, las rimas de Américo Schvartzman y el arte de Emiliano “Gurí” Pereyra.

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Es un suceso mundial,

pero eso no dice nada.

¡Si vimos cada pavada

con éxito comercial!

No es ese el dato central

para medir la grandeza

de esto que recién empieza:

es que expresa los valores

que nos hacen ser mejores

en un mundo sin certezas.


Ni soñaba yo este instante

cuando, hace dos años ya,

Pablo me invitó a rimar

sobre esta historia impactante

cuyo guion desafiante

deja claro lo aprendido:

no sirve estar divididos,

y no hay héroe por su cuenta

y siempre que haya tormenta

nada hay como estar unidos.


El que es fanático en serio

de la historia original

al ver la serie, al final,

ya disueltos los misterios,

elogiará el buen criterio,

el clima y el compromiso,

cada detalle preciso

de este logro excelso y raro:

el equipo de Stagnaro

con amor y humor lo hizo.


Sí, muchas cosas difieren

porque el mundo es otro mundo.

Pero el relato profundo,

la historia que nos sugiere,

(no hay guion que la supere)

contiene todas las claves,

todas las piezas y llaves

que la hicieron legendaria.

Y las miradas binarias,

de esa pasión nada saben.


Es otro Juan este Juan

y es otro Fava ese Fava.

Ahora, Martita es Clara,

Elena y Lucas están.

Favalli estrena desván,

casa refugio y esposa.

Y todas las demás cosas

que al ser gurí me impactaron

las supo aunar Stagnaro

en una apuesta riesgosa.


Que nadie se salva solo

porque nadie salva a nadie,

que no hay héroe que no irradie

duda y temor, barro y oro,

que la amistad es tesoro,

que el Eternauta es testigo

de que puede haber amigos

que compartan tus valores

y atenúen tus dolores…

hasta en el bando enemigo.


Disfruten por un segundo

de ver la historia mayor

(y no es exageración)

de la historieta del mundo.

Vivan un rato fecundo

con un vino o con un faso

que semejante exitazo,

más argentino que el mate,

no merece esos debates

llenos de odio y fracaso.


Va mi ruego: cortenlá

con el uso para el verso

de los clivajes perversos

que arrastramos hasta acá.

No cambia la realidad,

ni va a correr a Milei

un guion de Oesterheld

ni una serie por streaming

y a mí en serio me deprimen

¡ya déjense de joder!


Nadie se olvida de nada

del drama de cada día

por disfrutar la alegría

de ver hoy por fin plasmada

la historia mejor contada

en dos siglos de historieta.

Ya basta de inventar grietas,

basta de oír tonterías

forzadas analogías,

y análisis tan berretas.


Y me siento, francamente

casi casi como cuando

lo vi a Messi levantando

esa Copa refulgente

en aquel bello diciembre

que nos hizo uno y feliz.

No soy el único así

que una semana después

aún siente flotar sus pies

como cuando era gurí…


Yo me voy con Oesterheld,

debajo de esa nevada,

con la angustia atenazada,

con el miedo y la avidez

por saber si ese revés

ante el invasor odiado

habrá sido en el pasado

o si mañana ha de ser,

si a Juan Salvo podré ver,

si con él seré soldado…


Comparto, además, el enlace a la «payada cibernética», sobre Oesterheld, que hicimos en 2023 con el querido y talentoso Pablo Solo Diaz, a la que hago referencia en la segunda décima.