Es un suceso mundial,
pero eso no dice nada.
¡Si vimos cada pavada
con éxito comercial!
No es ese el dato central
para medir la grandeza
de esto que recién empieza:
es que expresa los valores
que nos hacen ser mejores
en un mundo sin certezas.
Ni soñaba yo este instante
cuando, hace dos años ya,
Pablo me invitó a rimar
sobre esta historia impactante
cuyo guion desafiante
deja claro lo aprendido:
no sirve estar divididos,
y no hay héroe por su cuenta
y siempre que haya tormenta
nada hay como estar unidos.
El que es fanático en serio
de la historia original
al ver la serie, al final,
ya disueltos los misterios,
elogiará el buen criterio,
el clima y el compromiso,
cada detalle preciso
de este logro excelso y raro:
el equipo de Stagnaro
con amor y humor lo hizo.
Sí, muchas cosas difieren
porque el mundo es otro mundo.
Pero el relato profundo,
la historia que nos sugiere,
(no hay guion que la supere)
contiene todas las claves,
todas las piezas y llaves
que la hicieron legendaria.
Y las miradas binarias,
de esa pasión nada saben.
Es otro Juan este Juan
y es otro Fava ese Fava.
Ahora, Martita es Clara,
Elena y Lucas están.
Favalli estrena desván,
casa refugio y esposa.
Y todas las demás cosas
que al ser gurí me impactaron
las supo aunar Stagnaro
en una apuesta riesgosa.
Que nadie se salva solo
porque nadie salva a nadie,
que no hay héroe que no irradie
duda y temor, barro y oro,
que la amistad es tesoro,
que el Eternauta es testigo
de que puede haber amigos
que compartan tus valores
y atenúen tus dolores…
hasta en el bando enemigo.
Disfruten por un segundo
de ver la historia mayor
(y no es exageración)
de la historieta del mundo.
Vivan un rato fecundo
con un vino o con un faso
que semejante exitazo,
más argentino que el mate,
no merece esos debates
llenos de odio y fracaso.
Va mi ruego: cortenlá
con el uso para el verso
de los clivajes perversos
que arrastramos hasta acá.
No cambia la realidad,
ni va a correr a Milei
un guion de Oesterheld
ni una serie por streaming
y a mí en serio me deprimen
¡ya déjense de joder!
Nadie se olvida de nada
del drama de cada día
por disfrutar la alegría
de ver hoy por fin plasmada
la historia mejor contada
en dos siglos de historieta.
Ya basta de inventar grietas,
basta de oír tonterías
forzadas analogías,
y análisis tan berretas.
Y me siento, francamente
casi casi como cuando
lo vi a Messi levantando
esa Copa refulgente
en aquel bello diciembre
que nos hizo uno y feliz.
No soy el único así
que una semana después
aún siente flotar sus pies
como cuando era gurí…
Yo me voy con Oesterheld,
debajo de esa nevada,
con la angustia atenazada,
con el miedo y la avidez
por saber si ese revés
ante el invasor odiado
habrá sido en el pasado
o si mañana ha de ser,
si a Juan Salvo podré ver,
si con él seré soldado…
Comparto, además, el enlace a la «payada cibernética», sobre Oesterheld, que hicimos en 2023 con el querido y talentoso Pablo Solo Diaz, a la que hago referencia en la segunda décima.