BONAPARTE, EN LUCHA

DÓNDE ACUDIR CUANDO EL MUNDO SE TE VIENE ABAJO

¿Sabías que Laura Bonaparte era una concordiense a la que la última dictadura militar le destrozó la vida y que ese dolor reconvertido la transformó en referente de los Derechos Humanos en Argentina? De eso, del recorte que el gobierno nacional aplicó en el hospital que lleva su nombre y de las consecuencias de ello, escribe Zul Bouchet.

Texto: Zul Bouchet | Fotografía: Rocío Prim
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Laura Bonaparte nació un 3 de marzo de 1925 en Concordia, Entre Ríos. Sufrió durante la dictadura cívico militar más sangrienta del país, en los 70, la desaparición del padre de sus hijos, de tres hijos y sus respectivas parejas, convirtiéndose, a través del dolor de las ausencias, en un emblema para los movimientos de Derechos Humanos. Psicóloga, psicoanalista y militante incansable, es la Madre de Plaza de Mayo que da origen al nombre del único Hospital Nacional en Red especializado en Salud Mental y Adicciones que posee Argentina. 

El Hospital Nacional en Red Licenciada Laura Bonaparte es modelo en el abordaje de salud mental, realiza seguimiento de tratamientos de internación y ambulatorios; cuenta con consultorios externos, con guardia y hospital de día; sostiene una línea telefónica que atiende demandas espontáneas de todo el territorio nacional, generando un espacio fundamental de apoyo para cualquier persona que lo requiera; es referencia por su trayectoria en el trabajo con usuarios que presentan consumos problemáticos de sustancias; sostiene prácticas clínicas y forma profesionales que garantizan tratamientos de calidad, profundizando y fortaleciendo lazos sociales, mientras luchan por la desmanicomialización que históricamente aislaba y cargaba de prejuicios a sus pacientes; reivindica una perspectiva integral, interdisciplinaria e intersectorial, dejando atrás el centro de reeducación que conformaba en sus orígenes.


A principios de octubre de 2024, el Bonaparte fue foco de las medidas y los recortes deshumanizantes de la gestión de Javier Milei hacia el ámbito de la salud pública, sin embargo, la motosierra no pudo ante profesionales y usuarios que le hicieron frente hasta hacerla dar marcha atrás. Poco tiempo después, cuando parecía que la crueldad se había retirado comprendiendo que no sería bienvenida ni aceptada, volvieron a arremeter.

A mitad de enero, los trabajadores de la salud comenzaron a recibir notificaciones de despido en el marco de un “proceso de reestructuración” anunciado por el Ministerio de Salud de la Nación. Proceso que implicó alrededor de 1.400 despidos en total, cerca de 200 correspondían a psicólogos, psiquiatras, enfermeros, odontólogos, farmacéuticos, trabajadores sociales, entre otros profesionales que se desempeñan en el Bonaparte.

“Desde las 20 horas nos fuimos enterando de los despidos y automáticamente nos auto convocamos. Primero, para acompañarnos, y después para pensar en cómo seguir. En términos emocionales fue y es duro ver a compañeros y compañeras despedidas, sin entender”, expresó, en diálogo con La Mala, el licenciado en Trabajo Social Homero Bonafert, trabajador del hospital desde 2016.


“Esa angustia no tiene que ver solamente con la continuidad de los puestos de trabajo, sino que tiene que ver con la tarea que hacemos, porque el personal de salud, en cualquier lugar del mundo, tiene algo más que el mero hecho de ir y cumplir con su trabajo o tarea», profundizó. “Hay una vocación, en líneas generales todos ponen mucho más de lo que demandan los contratos laborales, muchas más horas, más plata, más energía. Hay un armado de redes, hay miles de vidas puestas al servicio de la salud y la salud pública, porque claramente los trabajadores de la salud son militantes políticos y sociales, no en términos partidarios, pero sí en términos de una idea más amplia, que es el derecho al acceso a la salud”, argumentó el profesional.

Las escasas justificaciones dadas ante las medidas tomadas hablan, meramente, de la mercantilización de la existencia, demostrando (una vez más) que a los actuales gobernantes le importan más los números que las vidas. Acusando al Hospital Bonaparte de contar con una “baja tasa” de internación, ignorando el rol central de los tratamientos realizados durante la profundización de las problemáticas de salud mental en la pandemia e ignorando que se asientan por año alrededor de 25 mil consultas en sus diferentes áreas.

La fake news difundida no contempla las guardias, ni el 0800, ni los consultorios externos, ni los medicamentos entregados diariamente por la institución, se hace eco únicamente del servicio de internación sin reconocer, además, que se encuentra con cupo completo.

“No se trata solamente de quienes se transformarán en desempleados, sino de limitar las posibilidades de recibir atención a sectores sociales históricamente desprotegidos”

Reutilizando viejas políticas neoliberales, afirman que los números no justifican los “gastos”, dejando a la deriva a los usuarios del sistema, ya que no se plantean instancias intermedias ni reestructuraciones, en un contexto donde la precariedad, la vulneración de derechos y la naturalización del odio son moneda corriente. Otra vez, no se trata solamente de quienes se transformarán en desempleados, sino de limitar las posibilidades de recibir atención a sectores sociales históricamente desprotegidos, a quienes no cuentan con recursos y beneficios para invertir en clínicas privadas, recortando un derecho vital para el desarrollo de cualquier persona.

“Lo que hace esta situación es amalgamar y unificar el frente interno, si bien hay diferencias, sobre cuáles son las estrategias más efectivas, hay mucho amor, mucho encuentro, mucho abrazo. Esto de abrazarnos entre todos, aunque tal vez, ni siquiera sabes de qué servicio es. Pero es eso: contenernos y cuidarnos entre nosotros. Y entre nosotros no es la gente del hospital, son también los familiares, los pacientes, organizaciones que trabajan con nosotros, hogares, centros culturales, toda esa red que supimos ir armando, es la que ahora nos aloja, nos cobija y nos acompaña”, rescató Bonafert, dejando ver que, a pesar de la atrocidad, aún quedan espacios de resguardo.

“Muchas veces, los pacientes son los que terminan dándonos más de lo que nosotros podemos darles a ellos. Ese es el clima en términos afectivos y emocionales en el hospital”, remarcó.

La pérdida de equipos de trabajo, de tratamientos, de escucha, es un ataque directo a la vida. El vínculo entre profesionales de la salud y pacientes/usuarios es distinto a las relaciones surgidas en otros espacios. “Son procesos más íntimos y profundos, en los que muchas de las personas que llegan al hospital están solas, devastadas, sin entender como seguir. Muchas, en instancias en las que quieren terminar con su vida. Entonces se genera un lazo con los equipos, que para los pacientes se vuelven personas de extrema confianza. Que no estén más es muy duro, muy doloroso”, enfatizó, deteniéndose sobre un punto que pareciera indiferente a la gestión libertaria: los pacientes no son un número escrito con prisa en una planilla, tienen nombre, apellido e historia.

ALGUIEN QUE TE ESCUCHE

Belén tiene 31 años, es docente, oriunda de San Luis, pero vive en Buenos Aires, donde estudia actuación. La primera vez que se mudó a la gran ciudad fue cuando terminó la escuela secundaria. “Hasta ese momento nunca había hecho terapia, ni nada vinculado a la psicología, mudarme y empezar una carrera me tenía muy emocionada, pero era un cambio, sentía muchas cosas fuertes, me sentía bastante mal”, compartió.

En ese marco, en 2011, tuvo su primer acercamiento al Bonaparte. “Estaba muy ansiosa y decidí llamar porque me daba un poco de vergüenza ir de manera presencial, ellos me atendieron y me escucharon”, contó, sin recordar exactamente qué le dijeron, ni que dijo, aunque afirmó que no podría haber continuado con sus planes sin las palabras exactas y la calidad humana que tuvieron los profesionales durante esa comunicación.

“Creo que hay personas que deben saber que el servicio que brinda el hospital te salva la vida”

En octubre, mientras el personal atravesaba la lucha en defensa de la institución, Belén volvió a necesitarlos: “Estaba viviendo en San Luis nuevamente, planeando volver a Buenos Aires a estudiar y me surgió una situación que puso en peligro ese plan. No tenía a quien acudir, no voy a poder ir, pensé. Pero, en ese momento, como la situación del hospital recorría todos los medios, me acordé de la llamada en 2011 y volví a llamar en medio de esta nueva situación de angustia”, detalló, un poco conmocionada por los recuerdos. “Les dije que los llamaba desde San Luis, me atendió una chica, una psicóloga, que recuerdo incluso el tono de su voz, pero no su nombre. En ese momento me salvaron la vida, no sé qué habría hecho si nadie respondía”.

“Creo que hay personas que deben saber que el servicio que brinda el hospital te salva la vida. Que, ante cualquier problema, como lo hice, tienen alguien que te escucha, como hicieron conmigo. Alguien que contenga, que entienda, que te de alternativas, que te abrace. Alguien que te diga, como me dijo la chica, estoy acá para ayudarte, volvé a llamar las veces que lo necesites que vamos a estar acá. Todos merecemos esa ayuda… al hospital tengo que agradecerle mi vida”.

QUÉ SERÍA DE MÍ


Antonella es de Campana, tiene 32 años, es mamá de una nena de 7, está de novia y es una mujer emprendedora. Está en tratamiento psicológico y psiquiátrico, entre idas y vueltas, desde que tiene 14 años, con un diagnóstico vinculado a un trastorno límite de la personalidad. Ha pasado varias crisis y recorrido varios hospitales, se considera privilegiada porque tiene obra social, sin embargo, el ámbito privado no siempre le respondió con la velocidad que lo necesitaba.

“Hace unas semanas tuve nuevamente una crisis que no pude manejar con mi equipo terapéutico y me requirió un traslado hacia una guardia”, comentó. En esa búsqueda de atención, decidió probar con el Bonaparte. “Por suerte, pudieron atenderme una psiquiatra y una psicóloga, que supieron contenerme y darme indicaciones para poder sobrellevar ese momento. Además, me brindaron un 0800,a donde, me explicaron, podía llamar en caso de tener otra crisis para recibir asistencia telefónica, al menos hasta poder resolver la atención en una guardia”, ya que la ciudad donde vive no cuenta aún con guardia psiquiátrica.

“Cada vez que tuve que asistir a una guardia, horas antes estaba en casa en medio de una crisis queriendo atentar contra mi vida. Así que sí, salvan vidas, si no me atendían no sé qué sería de mi”

Para Antonella la atención que recibió ese día fue muy importante, “no sólo porque fue la institución que me recibió y atendió después de estar intentando durante más de un día ser recibida a través de mi obra social, sino que me fui de ahí con herramientas que me sirvieron para afrontar otro momento de crisis, me contuvieron y fueron guiando a mi familia”, aseguró. Y ahondó: “cada vez que tuve que asistir a una guardia, horas antes estaba en casa en medio de una crisis queriendo atentar contra mi vida. Así que sí, salvan vidas, si no me atendían no sé qué sería de mi”.

Cada caso es particular, pero todos tienen en común el pensar en el otro. Algo que, al parecer, no tienen en cuenta los discursos embanderados de falsa libertad. Libertad es tener donde acudir cuando el mundo se te viene abajo, cuando se pierde el rumbo, cuando triunfa la desesperanza. Libertad es que alguien responda el llamado y te devuelva las ganas de seguir con vida. Eso, también, es la libertad.